Hemingway creía en la teoría del iceberg y aquí la llevó hasta el límite: “Siempre trato de escribir siguiendo el principio del iceberg. Ëste conserva siete octavas partes de su masa debajo del agua. Uno puede eliminar alguna de las partes que conoce y eso fortalecerá el iceberg. Es la parte que no se deja ver”.
Ha habido varias iniciativas basadas en las seis palabras de Hemingway. Hace unos años, una revista norteamericana propuso a varios autores escribir sus propios micorrelatos y más recientemente, la revista electrónica Smith recogió en el libro No es como lo había planeado (memorias en seis palabras por escritores famosos y oscuros), las mejores autobiografías de sus lectores.
Un ejemplo de la primera: “Era muy caro seguir siendo humano.” (Bruce Sterling)
Y de la segunda: “Reparo retretes, me pagan una mierda.”
En esto de escribir, si compartimos la opinión de Julio Cortázar sobre que “la novela se gana por puntos y el cuento, por K.O.”, ¿cómo deberían ganar los relatos híper breves? ¿Por desintegración de un rayo láser? Porque en 30 líneas ya se pueden decir cosas, pero ¿en seis palabras? Y sin embargo, los hay contundentes como un knock-out y definitivos como un láser.
Para mí, el archifamoso y citado microcuento de Augusto Monterroso no entra precisamente en esa categoría: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí." Es sugerente, claro, y muy evocador, incluso poético, pero para contundencia el de Hemingway, que te abre un abanico de posibilidades, algunas dolientes y otras absurdas, según la imaginación de cada cual.
Entre mis favoritos está, sin duda, el relato de ciencia-ficción más breve del mundo:
Intentadlo, es adictivo. Al principio cuesta arrancar, pero luego coges carrerilla y no puedes parar de escribirlos. Eso no significa que el resultado sea una obra maestra, pero es divertido. Y eso es lo que cuenta.
Atención al cruce: mundo sin frenos.
Se compran almas. Se venden penas.
Recomendación: doblar la vida sin romperla.
Y llegaron juntos por caminos bifurcados.
Descubrí el tiempo: perdí el reloj.
Cenamos sopa de letras en silencio.
A veces soñaba que seguía vivo.
Velocidad limitada: Dos besos por minuto.