Para saciar nuestra curiosidad silenciosa, aquí tenéis los textos originales escritos en el Silencio por Mallarmé. Encuesta sin trascendencia original, publicados en Revista de Occidente (noviembre de 1923). Deduzco que no todos están completos ante tanto punto suspensivo, pero no he podido contrastarlo con la publicación original.
"(...) Es mucho silencio el de cinco minutos. Terror de atravesarlo a nada mudo. Distraerse y hablar fuera un naufragio. Los mástiles que se inclinan hacia los naufragios. (Mallarmé). Es como atravesar una plaza grande y vacía bajo el sol: agorafobia. La idea de este silencio es de Alfonso Reyes. A ningún español se nos hubiera ocurrido esto. A los españoles nos avergüenza toda solemnidad, nos ruboriza. ¿Por qué? Pueblo viejo. Tenemos en el alma centurias de solemnidades; éstas han perdido ya la frescura de su sentido y nos hemos acostumbrado a pensar que son falsas y desvirtuadas. Alfonso Reyes. Alfonso, nombre de reyes, es americano. Pueblo joven. La juventud es, dondequiera que se halle, en un hombre, en un pueblo, un sistema de muelles tensos que funcionan bien y se disparan con toda energía. El joven lo siente todo heroicamente, mitológicamente, con plenitud y sin reservas. Los pueblos niños viven en perpetuo estreno, como los niños. Lo estrenan todo. (...)"
"Primero pensé esta fórmula aproximada: Mallarmé = Baudelaire + Poe; pero luego me ha parecido inexacta, porque unos años han bastado para darnos de Mallarmé una imagen aislada, de puro clasicismo.
Su poesía nos sorprende hoy por dos motivos esenciales y casi únicos: la perfección y la claridad; una claridad tan intensa, que resulta a veces cegadora; hiriente sensación de luz , transparencia o reflejo, trozo de hielo o diamante, exaltación y equilibrio extremados (...)"
"Después del resplandor súbito,
Venia un vacío frío.
Fui seguro hacia su sombra,
-pero ciego-
Un infinito
querer me atraía al fondo
de aquel encantado abismo.
Le eché mi alma, sin ver,
y sus piedras imantadas
respondieron con suspiros.
-¡Suspiros, mundos de oro,
rejustos a lo vacío,
prados enhiestos de gloria,
envueltos en vientos ígeneos!...
Quedó la gracia, salvada
del poder desconocido,
por mi, besando mi boca,
espíritu con espíritu.
Quedó, mirando mis ojos
con un indeleble signo
de eternidad, en el reino
claro y firme de lo dicho."
"Espero que no se tache de cinismo a mi declaración de que pensar, lo que se llama pensar, no pensé nada en la coyuntura. Yo sólo pienso cuando hablo o escribo, es decir, cuando articulo y redacto. Incapaz de encontrar el menor sentido a la antigua y desacreditada separación entre "fondo" y "forma", no he logrado jamás pensar sino con y por las palabras (u otras formas, como las líneas, puesto que con frecuencia dibujo también). (...)
El primer minuto pudo pecar, necesariamente, de dispersión y aleteo.
El segundo minuto se balanceó un poco y cayó con lentitud espesa, así como cae del pico del cuentagotas farmacéutico la lágrima de jarabe que dosifica una mano escrupulosa.
El tercer minuto se distrajo porque acertó a pasar por las cercanías una figura algo extraña, que sobre la calada caperuza del impermeable negro se había encasquetado un sombrero hongo, negro también. Para la aparición, nosotros fuimos recíprocamente una aparición. Se detuvo un punto, miró sin demasiada curiosidad, y se fue.
El cuarto minuto de silencio tuvo calidad de roce de ala. Una tras otra, lo fueron sintiendo las frentes descubiertas, con una sucesión que ya excluía el sobresalto.
El minuto final se quedó vacío, y ya dejaba sentir, acaso, cierta superfluidad. Sus paredes se volvieron delgadas y se irisaron, como las de la pompa de jabón próxima a romperse. La señal de que el tiempo había transcurrido le reventó. (...)"
"(...) No fijé nada la atención en Mallarmé a pesar de sus insistentes llamadas. Eran las presencias corpóreas las que de un modo avasallante saltaban sobre mi atención. Quise cerrar los ojos, pero me reí. Nueva herejía que malograba mi parte en la ceremonia. Largué la mirada a su gusto. Dio en los árboles, en los caminos y las personas. Pensé en la psicología de los primeros, en la importancia de los segundos y en las formas de los terceros. No es posible iniciar desde aquí a nadie en la psicología de los árboles; huelga ponderar la excelencia de las grandes avenidas y humildes senderos, si estamos en que la nobleza de un jardín depende de sus dimensiones y de su recato, respectivamente, como del tamaño y edad de los árboles. (...)"
"(...) Creo que no pensé en nada, al pronto. Una sensación de bienestar, hecha de la luz gris de aquel día fino, del encanto científico del jardín y del mundo acuerdo de los espíritus en la espontaneidad del acto. Miré de pronto a la izquierda. Por allí asomaba un hombre, quizá un guarda; no veo bien de lejos, y no llegué a precisar. Temí que un paso inoportuno interrumpiera nuestro rito. Pero el que fuera se alejó. (...)"
"Muy señor mío: En contestación a su requerimiento confieso con toda sinceridad, es decir, con todo descaro, que durante los cinco minutos de la ceremonia muda en memoria de Mallarmé dominó en mi un profundo temor, el temor de quebrar el silencio con alguna exclamación irreprimible. El Jardín Botánico tiene la devoción de todos los años de mi vida. Allí aprendí a pronunciar las primeras palabras. Después, en las primaveras juveniles, he colgado muchos ex votos sentimentales en sus enramadas, junto a los racimos de las glicinas y los tirsos de las lilas. Ha sido para mi una basílica vegetal, con las agujas de sus cipreses, los arbotantes de los sauces, el claustro de su emparrado. (...)"
"En la gloria del otoño, más que en la gloria del poeta. Pero ¿no era esta primera mañana otoñal el mejor homenaje a Mallarmé? Los árboles, los árboles cultísimos del Jardín Botánico, con sus palabras latinas, eran para mi un coro misterioso, la única voz que podía oírse en el gran silencio que a todos nos envolvía. Porque mientras todos callábamos, los árboles, con sus letreros negros, grandes letreros que a veces casi ocultaban el tronco pequeño de algunos, hablaban una lengua de eternidad. Pasó nuestro silencio perfecto de cinco minutos. Frente a nosotros quedaban aquellos árboles. Eran un símbolo de la permanencia de la cultura humana."
"(...) Quietos, atraillados por un silencio denso, tenso y cuajado, quedamos como suspendidos en el silencio, y comenzamos a marchar juntos, transportados, en el tiempo. Eran ya incapaces de turbarnos las vagas siluetas que atisbaron, curiosas, por entre los árboles rotulados o las estatuas que arropan el prestigio de su plata oxidada con edredones de hojas. Únicamente el paso de alguna mujer hubiera conseguido disociar la trabazón del grupo ensimismado. La onda que cada cual produjo al sumergirse, se había diluido en las demás, y nos unía, ahora, un cerco tirante.
Con todo, nadie pensaba en Mallarmé seguramente (ni aun en Romains, o en Durkheim, como pudiera suponerse.
Durante el transcurso de los cinco minutos, el grupo pensaba únicamente en eso: en los cinco minutos que, ásperos y difíciles, transcurrían para él. (...)"
Uno de los silencios de los invitados especiales a la nueva cita en el Botánico, el pasado 23 de abril.
"Cuando dejé de fumar perdí la noción del tiempo. Entonces mi tiempo se medía en cigarrillos. Un cigarro tardaba más o menos cinco minutos en consumirse en mi boca de fumador. Cuando uno ha fumado y ya no lo hace cinco minutos no son cinco minutos son una eternidad. El cigarro dice luego, escribió Mallarme. El tiempo no dice nada".
Y algunos de los aportados por navegantes de la web Silencio por Mallarmé.
Antonio Manuel Fernández Morala
SILENCIO...,por el jardin; pálabras y letras, van meditando entre sombras de árboles.
"Iba a escribir silencio para empezar, pero se ve que mi mano derecha ya no mide bien, y los dedos terminaron puestos justo en las teclas de su derecha. Dilrnvio, escribí. Casi un diluvio, pensé. Qué frágil es el silencio, basta tan poco para acabar con él. Con dos gotas de lluvia, ¡ojalá fuera un diluvio!, y se acabó el silencio. Poco más pensé, ah, sí, otra vez, el silencio es música, y qué difícil es interpretarlo sobre la partitura... Tocar un silencio, se diría. Y sí, porque el silencio, más que de oído, es cosa de tacto."
Foto: Jardín Botánico de Madrid.