"Yo
estaba siempre enfermo. Una de las veces tuve ganglios en los pulmones y el
médico de cabecera es de hacer porquerías
con las criadas afirmó que eran fiebres tifoideas. Cobré.
Cuando
corrigió el diagnóstico, la causa, al parecer, continuaba siendo la misma es de hacer porquerías con las criadas.
Cobré, ahora por tísico.
Mi
padre me ponía las inyecciones con fruición de banderillero. Inclinábase por la
medicina y las curas con yodo o alcohol le producían una satisfacción evidente.
Me
retorcía de dolor en sus manos. Recuerdo que a punto estuvo de ahogarme con una
jarra de agua porque se me resistían un par de grágeas. Nandín, si te pegan en casa y estás triste, dibuja una gaviota en las
cartas que nos escribas...
No
resultaba fácil burlar a mi padre. Me obligó a confesar el significado de los
dibujos.
Volví
a escaparme.
La
flagelación fue atroz. Estaba seguro de que me iba a exterminar. Cuando me
permitió salir de la habitación donde me había acosado como a un animal ¡anda, defiéndete ahora! ¡Defiéndete si te
atreves! no podía creerlo.
Mi
madre me curaba con aceite alcanforado y me hablaba con una especie de bondad
maléfica --imagino que hoy se diría demagógica-- mientras yo recitaba
interiormente un fragmento de Charles Baudelaire que había memorizado porque
sentía que se adaptaba a mí como anillo al dedo a través de mi ruina id sin remordimiento y decidme si queda alguna
otra tortura para este viejo cuerpo sin alma entre los muertos.
Terminaba
de amonestarme y dejaba caer su máxima tú
serás un gran santo o un gran diablo. Yo no captaba bien el significado,
para mí quería decir: tú serás Baudelaire".
De Tú serás Baudelaire, Ediciones
Noega (Gijón, 1983)
Hasta
siempre, Ferpo.