Poseída





Cuando elegí el traje de chaqueta negro modelo Stella Bonasera que hacía años no sacaba del armario ya debería haber sospechado que algo raro me pasaba, pero sólo pensé que era la inspiración del día turbio y nublado que asomaba a mi ventana.


Desayuné aprisa, de pie frente a la mesa de la cocina, desbordante de cartas del banco y publicidad a la espera de convertirse en papel reciclado, sin detectar en mí ninguna otra excentricidad. Pero al salir de casa, inesperadamente, me puse las gafas de sol, a pesar de que ni un rayo conseguía atravesar la masa de nubes que cerraba el cielo sobre mi cabeza.


Al llegar al coche me detuve y antes de activar la apertura automática, separé las piernas, puse los brazos en jarra y me quite las gafas con gesto decidido.


--¿Qué tenemos aquí, señor Wolfe? ¿Una rueda sin aire?


A saber por qué decidí en ese momento ponerle nombre a mi viejo Polo y agacharme a observar el neumático con escrutinio de médico forense.


--Cometiste dos errores --sentencié, inapelable--. El primero, desinflarte; el segundo, no tener en cuenta que yo me ocuparía del caso.


Conduje directamente a la estación de servicio más próxima y busqué al encargado. Me situé frente a él y le di la espalda. Me quité las gafas de sol, las observé como si el resultado de la próxima bonoloto estuviera grabado en sus cristales y alcé la vista en dirección opuesta a donde el tipo esperaba.


--¿La bomba de inflado?


No sé si me oyó, yo seguía mirando hacia la cristalera desde la que se veían los surtidores de gasolina. No contestó.


--Con manómetro.


Ante su silencio, terminé por girar la cabeza y mirarle, en un escorzo imposible.


--Vamos, el tiempo apremia.


El hombre señaló con un gesto desganado hacia fuera. Me puse las gafas, busqué el aparato y, tras inflar la rueda, comprobé la presión.


Cuando todo estuvo en orden, me quité de nuevo las gafas, clavé la vista en el neumático y le advertí:


---No pasará un día de tu vida en que no sientas mi aliento en tu espalda.


Me puse las gafas con decisión, subí al coche y arranqué con un trompo que disparó grava en todas direcciones.


¡¡¡Yeahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!



PS. Ayer me dormí viendo Life, pero en algún momento de la noche AXN programó a traición CSI Miami y he sido poseída por Horatio Caine. ¿Algún Padre Karras entre los presentes?









Amores de papel I


Mi primer amor, como sabéis, fue un marinero ruso, pero en asuntos de amores literarios, el primero fue David John Morton, jefe del Club del Pino Solitario y experto en imitar en canto del avefría. Él tenía 15 años y amaba a otra, una chica perfecta de nombre masculino, Peter, diminutivo de Petronella, lo que explica que no lo usara (yo tampoco lo hubiera hecho).

David, Peter, los mellizos Dickie y Mary, Thomas y Jenny, los primos Jon y Penny, y el scottie Macbeth, llamado así porque ‘había asesinado el sueño’, como el personaje shakesperiano, son los protagonistas de los 20 libros que forman la serie The Lone Pine, de Malcolm Saville, que llenaron el final de mi infancia de espías alemanes, ladrones de ganado, contrabandistas y demás variedades de gente de mal vivir.

Mucho menos conocidos que Los Cinco o la banda de Fatty (Serie Misterios), de Enid Blyton, leerlos te dotaba de un cierto matiz mistérico por los escasos seguidores que tenían y los ritos que era necesario conocer para formar parte de su club. Sus miembros se reunía bajo un pino situado en medio de un claro, en los valles de Long Mynd (Shropshire), cerca de la frontera galesa.

David es hoy, como lo era en 1943, fecha de publicación del primer libro de la serie, un chico al que la guerra, en la que combatía su padre, piloto de la RAF, había hecho madurar antes de tiempo. Parco en palabras, serio y responsable a una edad en la que la mayoría tenemos la cabeza a pájaros, es el defensor de los débiles y el paladín de los necesitados. (Qué políticamente correcta era en mis gustos juveniles) Con su madre y sus hermanos pequeños se traslada al campo para huir de los bombardeos de Londres y allí conoce al resto de los futuros miembros del Club.

Esta tarde he tomado por asalto la parte alta de uno de los armarios de mi casa, donde guardo los libros juveniles que han sobrevivido a los sucesivos ataques de iconoclasia que me sobrevienen periódicamente y reunido los trece (faltaría más que no fueran trece) volúmenes que tengo de la serie. Y me he preguntado, ¿seré capaz de volver a leer, siquiera uno de ellos? ¿O será mejor mantener el recuerdo de lo que fue y, está claro, nunca podrá ser igual 30 años después? ¿Descubriré que, en realidad, David es un repelente niño pijo que se afilió al Partido Conservador, votaba a Margaret Thatcher y trabajaba en la City?

Miedo me da pensarlo.





Poluciones nocturnas






Estoy criando a dos cuervos. Indiferentes, pasotas y desdeñosos. Y si son así con trece años, imagino cómo serán a los 16 y se me ponen los pelillos como clavos zincados. Y yo, con la tornillería fina en la cabeza, soy un clon de la Bruja Avería. ¡Por Saticón, Orticón y Plumbicón! ¡Viva la economía! ¡Viva la plusvalía! ¡Viva José María García!

Este fin de semana hemos abordado un nuevo capítulo de Érase una vez… La Adolescencia. Cuando dije eso de: Nenos, tenemos que hablar, reaccionaron como un solo hombre, es decir, con gesto de espanto y deseos de salir corriendo. Pero soy una bimamá entrenada en la guerra de guerrillas desde hace trece años, así que les corté la retirada y no hubo escapatoria.

--¿De qué quieres hablar?, se resignaron.

--Sexo, drogas… y rock and roll.

No pude evitar terminar la consigna rollingstonera, con el pasmo de Zipi y Zape, que no pillaron la broma.

Soy de las que intentan practicar la mayéutica con mis hijos, pero cuando uno se pone a perseguir a la gata y el otro a hacer zapping, los métodos educativos y el diálogo razonado se van al cuerno y una termina por desmelenarse en su afán de ser tenida en cuenta.

Al final no estoy segura de si mis retoños se han enterado de que las poluciones nocturnas son algo más que la Central Térmica de Soto de Ribera lanzando toneladas de CO2 a la atmósfera durante la noche, y de que la heroína no es sólo la guapa de la película salvada in extremis de las garras del malvado crápula por un afanoso galán con bigotito, modelo Errol Flynn.

Ellos se vengaron (con poca sutileza, todo hay que decirlo) de mis esfuerzos formativos con el comentario desdeñoso que me dedicaron al día siguiente: ¿Tu blog? ¡Qué aburrido! ¡Se ha pasado la novedad! Y yo lo haré, en cuanto tenga ocasión, con los siguientes capítulos de El Ataque de la Increíble Mamá Dialéctica, que, juro por la preevolución de Pikachu, superarán en número los del folletín más largo del que se tenga conocimiento.

¡¡¡Qué mala, pero qué mala soy!!!



Foto de Niceforo, en Flickr


Casa de Muñecas















Fotos de SasiShan, AlDhabi y Zhengzhi.




Decir que no









"Ya lo sabemos,
es difícil
decir que no,
decir no quiero,

ver que el dinero forma un cerco
alrededor de tu esperanza,
sentir que otros,
los peores,
entran a saco por tu sueño.

Ya lo sabemos,
es difícil
decir que no,
decir no quiero.

No obstante,
cómo desalienta
verte bajar tu esperanza,
saberte lejos de ti mismo,

oírte
primero despacito
decir que sí,
decir sí quiero,
comunicarlo luego al mundo
con un orgullo enajenado

y ver que un día,
pobre diablo,
ya para siempre pordiosero,
poquito a poco
abres la mano

y nunca más
puedes cerrarla."



Mario Benedetti 1920-2009




Al corro de la patata



"Los juegos tradicionales son universales: el cascayo, la comba y el de las gomas. Así lo comprobaron el viernes, en la plaza de la Catedral, medio centenar de alumnos de los institutos de La Corredoria y de Ventanielles. De paso, aprendieron también inglés. Y es que los alumnos repiten rimas tradicionales inglesas mientras los practican.


Alice Persson es una niña sueca de un pueblo de pescadores, Kungshamn, que ayer descubrió, junto a otros tres compañeros nórdicos, que los juegos que practican los niños de Oviedo son los mismos que de los de su Suecia natal. «Me encantó descubrir que todos los niños jugamos a los mismo».


Miguel Alonso y su hermano Alberto, alumnos de la ESO, estaban muy contentos de participar en esta experiencia. «No sólo nos divertimos, sino que también conocemos a niños de otros centros, lo que siempre es interesante», comentaron entre juego y juego.


La artífice de esta iniciativa es la coordinadora de la sección bilingüe del Instituto de La Corredoria, Belén Nicolás. «Los alumnos, repitiendo estructuras gramaticales, en este caso rimas, aprenden mejor el vocabulario sin darse cuenta y sin esfuerzo», resumió".






Gracias a Ángel Fidalgo, amigo y periodista de La Nueva España, por el texto que reproduzco más arriba, publicado ayer en el diario asturiano, y por citar a Zipi y Zape en tan breve espacio. Ventajas del tráfico de influencias entre colegas.


La verdad es que quedé tan agotada después de más de dos horas de pie al sol, viendo a mis retoños saltar a la soga (nunca llamé comba a ese juego) y jugar al cascayo (rayuela para los no asturianos) y al corro que ni ganas de contar las mil veces que escuché las canciones inglesas –por cierto qué sosas — con las que acompañaban sus retozos:


“I like the coffe,

I like the tea,

I like ........

to jump with me”.


La variedad musical que nosotros disfrutamos en nuestros juegos infantiles abarcaban desde los romances viejos:


“Un sevillano en Sevilla

la desgracia le dio Dios

una madre y siete hijos

y ninguno fue varón…”


hasta las peteneras:


“He nacido en la Habana

debajo de una palmera,

los moros me cautivaron,

me pusieron petenera…”


pasando por truculencias fantasmales:


“Al entrar en el Hospital Socorro,

al subir las escaleras,

hay un letrero que dice:

Aquí se cura y se opera.

Cuando a mi me operaron,

yo tenía mucho miedo

y a los tres días siguientes

caminé al cementerio…”


oráculos diversos:


“Quisiera saber quién es mi novio,
Pepe, Luis, Jose o Antonio.

Quisiera saber mi vocación
soltera, casada, viuda o monja…”


publicidad subliminal:


“He puesto una librería

con los libros muy baratos,

con un letrero que dice:
Aquí se vende barato…”


y hasta glosas del maltratos:


“Con la paleta su madre daba,

con la paleta la amenazaba,

con la paleta su madre dio

un paletazo que la mató…”


Qué lástima que se pierda esa tradición oral, porque Zipi y Zape, a pesar de haberse pasado los cuatro primeros años de vida escuchándome cantar hasta las páginas amarillas, sólo recuerdan al pobre Conde Olinos convertido en espino albar y los pantalones de La Tarara, que de arriba abajo, todo son botones.





El chico de ayer






Hoy, que no sabía cómo despedirme de aquella Velda que bailaba La chica de ayer en el Pantagrama, este blog y este mundo extraordinario que es Internet me han dado el pie.
En mi correo me he encontrado un mail de un desconocido, alguien que, como yo, hoy se sintió un poco más viejo y mucho más cansado. Alguien del que no sé nada más que llegó aquí y me dejó parte de su dolor y su pasado, tan similares a los míos.

Antonio Vega y él me han llevado al Madrid de los 80, cuando estudiaba una cosa absurda que llaman Ciencias de la Información y todo sonaba a Nacha Pop, a Alaska y a Radio Futura. Cuando creíamos que íbamos a cambiar el mundo antes de que él nos cambiara a nosotros.

Y ambos me han hecho recordar por qué me fui a esa ciudad a ser periodista, las horas que pasé deslumbrada escuchando Radio 3, Discofrenia, Diálogos 3 y, sobre todo, La Barraca del Tercero, con aquellos locos increíbles que convirtieron la radio en una maravilla: Manolo Ferreras, Javier Rioyo, Fernando Poblet…

Hoy alguien nos ha dicho que Antonio Vega ha muerto. Como la Velda que creía que el mundo se puede comer a bocados.

Hoy siento algo que pesa muchos años.



Fe, amor y lotería



Dicen que cualquiera tiene más probabilidades de morir en un accidente aéreo que de acertar el bote de la Primitiva o el gordo de Navidad. No sé si eso significa que cualquier afortunado ganador de un juego de azar debe evitar subirse a un avión a partir de entonces porque no le libra ni Dios o si, por el contrario, ha pulverizado las estadísticas y no hay Airbus que se caiga con él dentro.

Las cifras, esas en las que creen los de ciencias y los de letras no somos capaces de recordar, indican que la posibilidad de cualquier persona de obtener un beneficio a través de la lotería navideña es de un miserable 5,68% y sólo de un 1,86% de hacerlo con la Primitiva.

A pesar de eso, seguimos empeñados en comprar el décimo o rellenar la bonoloto cada semana, o con la periodicidad que imponga la intensidad de la fe o la ludopatía de cada uno. Y con cerril ceguera a las ciencias exactas, en época de crisis nuestra esperanza y nuestras visitas a Doña Manolita se disparan de modo inversamente proporcional al saldo de nuestra cuenta corriente.

Sobre el afecto y la pasión dicen los expertos (no me preguntéis cuáles, aún no sé quién domina más estos asuntos, si los químicos, los psiquiatras o los paparazzis) que el enamoramiento dura tres meses y el amor, tres años. Pero también aquí, como en la lotería, nos pasamos las cifras por la confianza ciega del “te amo hasta el infinito y más allá”. No nos importa que de cada cuatro matrimonios que se contraen en España se divorcien tres, ni que una pareja se separe cada tres minutos y medio.

La crisis, sin embargo, tiene el efecto contrario en los matrimonios, que no en el amor. Las parejas se divorcian menos, no porque los números rojos y las hipotecas impagadas les hagan quererse más, sino porque es más fácil dividir la miseria entre dos que duplicarla.

Ojalá supiera por qué continúo echando la Primitiva, aunque nunca me toque, y por qué sigo enamorándome, pese a la fecha de caducidad.



¿Arriba o abajo?






Fotos: Flickr

Zoofilia osera




Como todos los asturianos sabréis a estas alturas, Furaco al fin ha demostrado sus habilidades amatorias, tras meses de espera de una cópula nunca tan comentada ni publicada. Cuando el lunes vi la foto de ese momento en primera plana de la prensa regional lo primero que pensé fue que es una lástima que ni echar un polvo puedan con la intimidad que requiere el momento. Ser oso y vivir en terreno acotado es lo que tiene. Una región entera pendiente de si miras a Paca o le posas la zarpa en el hombro a Tola tiene que provocar miedo escénico y más de un gatillazo.

Pero Furaco al final ha cumplido y por dos veces. Lo curioso es que en ambos casos la elegida ha sido Tola, ignoro si es porque era la que pasaba más cerca en el momento en que Furaco se puso interesante o si los osos tienen preferencias. Quizás Tola es de rugido más dulce y lomo más acogedor. El caso es que Paca no se ha comido una rosca y, por lo que sabemos, sigue virgen e intocada.

20 años de abstinencia es mucho tiempo. Me pregunto si Paca observará agazapada tras un árbol cómo se divierte su hermana mientras a ella sólo le queda recoger bellotas. O si, por el contrario, se felicita por que no dependa de ella garantizar la reproducción osera y se evita, así, salir en en los periódicos abierta de cuartos traseros. Que no son formas.

Dicen los expertos que los osos pardos son monógamos, pero que la escasez de machos les ha llevado a variar de hábitos y caer en el impulso copulador de beneficiarse a todo lo que ruge en tono de soprano a contralto. Así que es posible que Paca aún tenga alguna oportunidad y terminemos asistiendo a un feliz trío. Siempre dije que los números impares son los más divertidos.

A los asturianos aún nos quedan capítulos para disfrutar de este romance que puede acabar en culebrón. Y en familia numerosa.

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Gracias a Blog del Día


Gracias a Blog del Día y a Rafel R. López, padre de esta web, por dedicarme este precioso día de primavera.








Primera Cita II




--dedonde?


--murcia


--madri eda?


--27


--35 como eres?


--morena alta rellenita


--muchas tetas?


--2 capuyo


--k t den


--a ti con un paraguas










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