Todo amor es egoísta y finito. Nos buscamos en él como un desquite a la
muerte y por más que lo ataviemos con traje de gala, no deja de ser una orgía
de mezquindades en la que, seguramente, uno mismo sea el más pervertido de
todos.
Imagen: Niño geopolítico mirando el nacimiento del hombre nuevo, de
Salvador Dalí