Bucroseando



Hoy me he animado a ejercitarme por primera vez en una práctica que por pública y desinhibida siempre me había interesado, sin encontrar nunca el momento de probarla.


He elegido para mi iniciación en este generoso arte el Café Oriental, de Oviedo, uno de esos bares donde siempre estás cómodo, sobre todo, si consigues no mirar la colección de tartas y bizcochos que, cual canto de sirenas, te obligan a encadenarte a la silla para no lanzarte a por ellos.


Mi fetiche fue Trigal con Cuervos, de Care Santos, IV Premio Ateneo Joven de Sevilla de Novela 1999; un libro que empezó gustándome por su título (uno de esos cuadros de Van Gogh donde todo está vivo, pero, sobre todo los cielos, sean nubosos, soleados o astrales), continuó haciéndolo por su contenido, que fluye con la cadencia de un canon. Y que por esas casualidades de la vida tenía por duplicado.


Porque en esto del bookcrossing, la elección del libro que decides liberar para que sea acogido temporalmente por cualquier desconocido tiene su complicación. Si no te ha gustado, no crees conveniente contribuir a su difusión, y si lo ha hecho, no sueles querer desprenderte de él.


Así que, sobre una de las mesas del Café Oriental inició mi Trigal con Cuervos su viaje sin retorno, que lo llevará sabe dios dónde, y que espero sea largo y fructífero.


Eso sí, he tenido la precaución de dejar una nota dentro deseándole una feliz lectura a quien lo encuentre, e invitándole a que se pase por aquí para saber hasta donde ha llegado mi libro errante.




Hipervinculada





He vuelto por culpa del Servicio Público de Empleo, que me ha abducido, que secuestrado se queda corto, para hacer un curso intensivo (de 9.00 a 14.00 h. durante dos meses) sobre diseño web y multimedia. Llevo una semana inmersa en cosas como ésta: html lang="es" head title>Ejemplo title que, ¡oh, sorpresa!, entiendo lo que significa. Y aún más sorprendente, ¡me gusta!


Habré diseñado estos días media docena de webs completas, con sus diversas páginas, fotos, textos, enlaces internos y externos, etc… y me lo he pasado como nunca. Zipi y Zape no protestan de mis 20 horas de las 24 (y no exagero, llevo dos días seguidos durmiendo tres horas) chutándome lenguaje HTML en vena, porque así ellos se toman su correspondiente dosis de juego de aventuras on line sin que les esté dando la tabarra con que salgan a jugar a la calle o se pongan a leer un libro.


Nunca ha habido tanta calma en mi casa, roto el silencio únicamente por algún exabrupto mío a cuenta de alguna tabla (TABLE align="center" height="auto" VALIGN="TOP"> width="250" height="auto" VALIGN="top"> >/TABLE) que se me resiste, o de las curiosas preguntas que se cruzan mis retoños a gritos desde la habitación en que está conectado cada uno: ¡Zipi! ¿Cómo puedo conseguir la espada de plata del Mensajero Errante? o ¡Zape! ¿Has visitado ya el Mundo de los Dragones Poderosos?


Creo que es agosto y algunos se van a la playa y hasta practican el paracaidismo, pero en esta casa no nos hemos enterado. Aquí adoramos a un módem y le rezamos a un router. El día que la red se nos caiga, nos quedaremos viuda y huérfanos, respectivamente.


PS. No os preocupéis por nuestra salud mental, media hora diaria la dedicamos a jugar al jódete, que, con ese nombre, no podía por menos que gustarle a mis dos cafres.





Al fin y al cabo...




Hace tres años, tal día como hoy, aún me quedaban restos de la resaca de mi 44 cumpleaños y celebraba por Madrid todo lo junta y revuelta que fue posible, mi recién recobrado libre albedrío.

Y entonces se murió Hilario Camacho. Y se me atragantaron las alegrías y las celebraciones, el libre albedrío y todos los juntos y a la vez revueltos. Y Madrid amaneció de una noche triste de amor, bajo tejados de cristal donde ningún sueño es capaz de calmar la gris desolación.

Y nos quedamos sin Dolores y sin el rocío dulce, pero con las lágrimas amargas. 

Al fin y al cabo, solos, como al principio.





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