En una vida anterior fui gato. Me hubiese gustado ser Leonor de Aquitania, 82
años de enlaces reales, viajes apasionantes, conspiraciones palaciegas, alta
política y amor cortés. O Mary Wollstoncraft, que, aunque de vida breve, fue la
primera feminista de la historia. Incluso Aurore Dupin, transmutada en George Sand para la posteridad, un espíritu tan
libre como artístico. Pero me temo que no pasé de felis silvestris catus, vamos,
felinus vulgaris.
Comer, ainsss, mejor no me entreno
más en eso o tendré que tirar algún tabique para salir de casa. Lo de
perseguirme el rabo, dada la imposibilidad física de correr detrás de algo que
no tengo, lo suplo jugando al Mah-Jong, que viene a ser igual de divertido, y
las uñas las mantengo siempre afiladas
por si surge la oportunidad de hacerle un lifting casero a alguno que yo me sé.
El currículum felino lo completo
con mi virtuosismo ronronero y con este blog, que por si aún no
habéis descubierto quién es su verdadera autora, aquí la tenéis.