—¿Qué hierba sirve para curar la tristeza?
—preguntó Freya.
—Bueno, no es algo tan sencillo que pueda
remediarse con una sola, ¿sabes? —Nebroa la miró, pensativa— Depende del motivo
que nos hace desdichados y de su intensidad. Haría falta hierba luisa para
sanar una pena chiquita. Si se trata de penas de amor, iría bien añadirle flor
de azahar a la verbena. Y siempre es conveniente un poco de hamamelis, para que
no crezcan demasiado.
—¿Y da resultado?
—Cuando el enfermo desea curarse, sí. Es tan
importante la voluntad de sanar como administrar el remedio apropiado, y a
veces no es fácil descubrir cuál es —la sanadora guardó silencio unos instantes
antes de añadir—. Además, la tristeza ajena siempre deja un poso en la propia.
Es conveniente manipularla con mucho cuidado. Pero hay algo que por grande que
sea un pesar siempre ayuda —Freya la miró con expectación, como si estuviera a
punto de descubrir la guarida de un dragón— ¡Chocolate amargo y buñuelos de
viento!