La tormenta somos nosotros






Tras el paréntesis veraniego y con el otoño (¡por fin!) a las puertas, vuelve la tormenta, ésa que, según el gran Bradbury, somos nosotros. La Tormenta en un Vaso regresa con nuevo diseño y nuevos colaboradores, pero con el mismo deseo de compartir buenos libros y hasta algún descubrimiento lector, que siempre los hay.

Y vuelve con biografía incorporada, lo que me ha hecho darme cuenta de lo difícil que es resumir en diez o veinte líneas el tiempo que llevas dedicado a esto de vivir.

¿Cuento las veces que pasé por un quirófano o el corte del bisturí deja un rastro de escasa trascendencia? ¿Descuento los metros de mi mundo que se han llevado otros de mudanza?

¿Enumero mi pasión por la sandía, los gatos y los thrillers políticos? ¿Confieso mi negritud redactora de todo aquello que escribo para que otros lo firmen o lo proclamen? ¿Admito que odio las tareas domésticas y que seguramente los ácaros fletan vuelos chárter a mi hogar como la tercera edad migra al sur en invierno?

¿Me pongo interesante? ¿Reflexiva? ¿Esotérica? ¿¡Escatológica!?

¿Hablo de Zipi y Zape, al fin y al cabo, la única obra que me ha salido bien, incluso a pesar de mí misma y de él? ¿Desvelo a esa otra que va a mi lado sin yo verla, sobrada del tesón que no me alcanza  y capaz del impulso que no encuentro?

Podría ser algo breve que no aburra y rotundo para que asombre: 50 años bien llevados. Dos hijos, un gato y una casa sin barrer.
Filosóficamente trágico: Un diseño vital desbaratado.
Chusco y con apropiación de cita clásica: A todas horas verde, a última, ajada.

A quien le interese saber cómo resolví tanta indecisión, aquí puede leer el resultado.






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