Tal pareciera que me he tirado cuatro meses
dándole al Licor 43, pero no, aún no estoy tan desesperada. Le he dado a la
sandía, faltaría más, y a los helados de chocolate de cuya marca no quiero
acordarme, y así se pasó el verano para llegar el otoño. Y con él, al fin, el
trabajo. No da para comprarme esa casa de indianos que siempre me mira de reojo
cuando paso por Ribadesella, pero me alegra el corazón porque al fin he
conseguido unir mis dos pasiones confesables (de las otras no puedo hablar
aquí): el periodismo y la literatura.
Si os interesa, aquí tenéis la magnífica
revista Biblioasturias, que ya era magnífica antes de que yo aterrizara en ella
y que espero siga siéndolo a partir de ahora. Y me apropio de la descripción
que Pepe Colubi hace de su trabajo en el número 17 y confieso que colaborar en
Biblioasturas es un lujo asiático y un honor descomunal.