Todo es según el dolor y el placer


Seguramente no os habéis fijado, pero bajo el nombre de mi blog hay una frase que, aunque parece la misma, es reversible y combina dos formas que se alternan según me sople el cierzo o la tramontana. La cita original: Todo es según el dolor del placer en que se inspira, es de Fernando Poblet, periodista y escritor asturiano, al que la vida llevó por puertos umbríos, demostración de que sabía de lo que hablaba cuando parió esa frase en su programa radiofónico Las mil y una..., nocturno y enrocado como el propio Ferpo.

Quienes hemos recibido una cierta clase de educación no sabemos disfrutar del placer sin librarnos de un sentimiento de fatalidad que nos hace creer que, más tarde o más temprano, habremos de pagar por él. Y no en dinero, precisamente.

Pensamos que existe una ley del justo equilibrio por la que cada momento de placer exige, como compensación, uno de dolor. Idiotas de nosotros, porque la realidad ajena nos demuestra cada día nuestro error. (Aunque la nuestra nos la confirme con inexorable certeza). Hay quien encadena felicidades y quien malvive en tragedias sucesivas.

Pero como dijo no sé quién, lo que uno sabe no tiene nada que ver con lo uno que siente. Y cuesta mucho sacudirse de encima el yugo judeocristiano. El placer es pecado, nos repitieron tantas veces, que se nos ha quedado dentro. Aspirar al goce y al disfrute no es más que una frivolidad, hemos venido a este valle de lágrimas a sufrir para encontrar nuestra recompensa en el Paraíso. Así que calma, ya seremos felices en la otra vida. (Qué método tan genial para tenernos contentos y callados). El hedonismo siempre tuvo mala prensa, está mejor visto el estoicismo, que enriquece nuestro espíritu. Dicen.

Y en ese binomio placer/dolor, donde el primero te conduce al segundo y ambos se enmarañan y se confunden, terminamos debatiéndonos entre Eros y Tánatos, entre la pulsión por la vida y por la muerte, entre atavismos y condicionamientos, entre el deseo de felicidad y la imposibilidad de alcanzarla porque no sabemos ser felices sin sentirnos culpables por serlo. Y sufrimos y gozamos, y gozamos y sufrimos, sin distinguir dónde empieza lo uno y termina lo otro.

Sin límites, Eros y Tánatos se funden en la pequeña muerte y ya no hay más que el placer del dolor en que se inspira.








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