Gracias
por sus servicios,
dijo tras despedirme. Como si no me conociera. Como si no llevara yo un año
trabajando para él y él, un año follándome con sus tacones talla 43 y su
vestido de puta. Ése que no luce con su esposa.
Mi despedida fue aún más breve. Bastó un mail a toda la empresa con copia oculta a
su mujer. Sin texto. Sólo una foto en que se peina con mimo la falsa melena y
me mira desde el deseo. Haz que sea inolvidable, me pidió.
Siempre fui un empleado solícito. Le complací.