Te
comería entera.
No quisiste creerme, aunque lo dijera
cada vez que mi boca te bebía desde el cruce de tus piernas.
Velo
de empeines, bocas en racimo, vientre confitado.
Me creías poeta. Tú imaginabas
metáforas, yo, pechos en salmuera.
Léeme
tus versos,
pediste un día. Y el mordisco se ajustó, preciso, a tus pezones.
Teresa
deconstruida,
titulé el poema.
Corazón
de frutos rojos, lecho de nalgas, muslos en carpaccio.
La rima fue torpe, lo sé, pero a
cambio, aún llenas mi despensa.
De Pervertidos
(Traspiés, 2012)
Foto: postre de frutos rojos con sorbete y sopa de
lichis del Restaurant Compartir.