Vivamos,
Lesbia mía y amémonos,
hagamos
caso omiso a todas las habladurías
de
los ancianos en exceso escrupulosos.
Los
astros pueden ocultarse y reaparecer,
pero
nosotros, cuando se extinga
la
tenue luz de nuestras vidas,
dormiremos
una noche eterna.
Dame
mil besos y después cien,
otros
mil luego, y luego cien más.
Empieza
de nuevo hasta llegar a otros mil y a otros cien.
Después,
cuando hayamos acumulado muchos miles,
los
revolveremos todos para perder la cuenta
o
para que ningún malvado envidioso
sea
capaz de embrujarnos cuando sepa
que
nos hemos dado tantos besos.