Agosto adolescente






Hay ocasiones en que uno encuentra la sabiduría en los lugares más insospechados. Y yo acabo de hacerlo en unos dibujos animados que sonaban de fondo en mi salón hace unos días, cuando Zipi, tumbado plácidamente en el sofá, dejaba transcurrir el tiempo de sus vacaciones sin hacer nada, absolutamente nada. Pero nada de nada.
--¿Os apetece ir a la playa? –ofrecía yo en una demostración de amor maternal inconmensurable, dado que yo odio la playa.
--Puf, mamá, qué pereza --respondía indistintamente Zipi o Zape, que en esto del dolce far niente siempre están de acuerdo.
--¿Y si vamos a pasar la tarde a un merendero? Necesitáis que os dé la luz, sospecho que estoy criando a un par de vampiros.
--Puf, mamá, qué pereza— la respuesta volvía a ser  la misma.
El cine quedó descartado después de una hora de intentar convencernos los unos a los otros de las bondades de los superhéroes, los espías y los extraterrestres, sin alcanzar ningún consenso.
--Podemos acercarnos a la biblioteca y sacáis algún cómic —qué paciencia podemos llegar a tener las madres.
--Puf, mamá, qué pereza —y que resistencia a todos nuestros intentos pueden tener ellos.
Tras múltiples propuestas, se nos ha pasado el verano al sol del ordenador, la psp y mi exigua terraza.
Va a ser que la adolescencia es un virulento sarpullido que debe curarse a la sombra y en soledad, pero ya los pillaré a los 20.
--Puf, mamá, qué pereza.





Video de la serie de Disney Channel Phineas y Ferb.






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