Desde hoy también vivo en las librerías




Estos días, tras recibir los ejemplares del primer libro ‘de verdad’ donde aparece mi nombre y en el que no actúo de negro ni escribo al dictado de nadie, recuerdo lo que imaginé hace unos años en uno de tantos cuentos inéditos que duermen el sueño, no sé si de los justos, en mi ordenador.

"--La primera novela que uno publica debe ser como encontrar tu lugar en el mundo.
Me miraste con curiosidad. Un escritor siempre lleva caña y cebo preparados por si surge la presa.

--¿Usted escribe?

¿Yo escribo?

--Ya no.

Lo hice. Antes de la hipoteca, antes de Alan Smithee. Ahora sólo anoto, redacto e, incluso, fusilo. Pero no escribo.

Dudaste si continuar hurgando en aquella desconocida que no se decidía por irse ni por quedarse y que mantenía el abrigo abrochado hasta el cuello a pesar del calor del local, como si estuviera a punto de abandonarlo, pero que te miraba esperando… ¿qué?

--Lo hizo, entonces.

--Cuando compensaba --admití.

Alzaste las cejas pidiendo más.

--Ahora es un lujo que no me puedo permitir.

Me giré para irme, no tenía sentido seguir allí, pero tu voz me detuvo.

--Si le concedieran un deseo, ¿cuál elegiría? ¿El amor infinito --y señalaste tu novela, titulada así-- o la escritura? --el brillo del cazador que olfatea la pieza te asomaba a los ojos.

--¿No son lo mismo?"

Y me pregunto: ¿He encontrado mi lugar en el mundo?






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