Las
conversaciones con la Mari (mi sensata hermana mayor) y con esas amigas con las
que comparto fecha de nacimiento empiezan a ser dignas de estudio por la
criptología. La cosa suele empezar con normalidad, pero antes de los diez
minutos alguna, irremediablemente, dirá algo parecido a esto:
--Ayer
me encontré con... mmmmm... aquella chica que trabajaba en una tienda ...
uhummmm... mujer, esa donde compramos aquellas lámparas para regalarle a
....coño, ¿no sabes quién te digo?
Y
tú, claro, no tienes ni idea, pero pones todo tu empeño colaborador por
descifrar el puzle.
--¿Te
refieres a aquélla que siempre nos hacía descuento y que era prima de no sé
quién y no hacía más que presumir de las vacaciones que se pegaba en las islas
... Canarias? ¿O eran las Baleares?
--¡No,
coño! Esa fue la que nos recomedó .... ¿al fontanero? ¿al electricista... ?
Bueno, qué sé yo, pero no era esa.
--¿Dices
aquélla que paraba mucho por... por el pub que está en la calle esa donde el
muro... que íbamos mucho cuando tú salías con Pedro... o con Jose...?
--No,
digo la que sacó aquellas oposciones a no sé qué y tuvo que irse al sitio ese
donde el cocido de garbanzos se come al revés.
--Pues
chica, ni idea. Vamos a tomar otro...grrrrrrr... otro de esos que vienen de La
Rioja en botella a ver si nos entonamos y nos vuelve la memoria.
--Sí mejor, llama al camarero y pedimos unas... unas.... ¡hostias!
--¿¿¿Pedimos
unas hostias??? ¿¿Ahora te va el sado??
--No,
joder, es que quiero unas cosas de esas redondas y verdes.
--¿Guisantes?
... ¿Esmeraldas?
--¡De
donde sale el aceite!
--Mmmmmm......
¿Aceitunas?
--¡¡Síí!
Pero de las que llevan bicho dentro, ¿eh?
Aunque
ya no lo parezca, antes éramos capaces de hablar todo seguido. Ahora hablar,
hablamos, pero decir... no conseguimos decir gran cosa.
La
imagen (modificada) se basa en una viñeta de Maitena.